Declaración
de la Dirección Teórico Metodológica de la Corriente Humanista Socialista
Sobre algunas verdades y libertades
fundamentales

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Nosotros somos posibilistas, no dogmáticos ni escépticos con respecto a los seres humanos y a sus posibilidades de mejora. Confiamos en las cualidades vitales de nuestra especie, pero nos preocupa cómo se distorsionan, se pasan por alto e incluso se niegan.
Empecemos por la común humanidad diferente
Reconocemos algunas verdades antropológicas básicas, probadas por la biología, verificables en la existencia y en la experiencia. Verdades relativas, como todo lo que es humano, respecto a los puntos de vista y a las perspectivas asumidos por las/os protagonistas. Tenemos características únicas, como todas las demás especies animales y vegetales. Compartimos algunas de estas características con el resto de lo viviente, ante todo la biofilia, es decir, su tender a la vida, y particularmente con las especies animales más cercanas desde el punto de vista evolutivo. Nuestra unicidad peculiar viene dada por dos rasgos fundamentales, perennemente entrelazados entre sí. Se trata, en primer lugar, del carácter complejo y combinado de nuestras subjetividades. En el proceso evolutivo y, después, en el de crecimiento hemos emergido gracias a la colaboración y a la cooperación entre los individuos; de manera realista primero en relación, por consiguiente en comunión. Los seres humanos viven y se desarrollan gracias al hecho de ser/ estar juntos, ninguno puede prescindir de las/os otras/os. En este proceso milenario, el género femenino ha desempeñado, de manera diversa a lo largo del tiempo, una función decisiva: no sólo para el nacimiento, sino para el cuidado, para la educación, para el desenvolvimiento de las relaciones, para la pacificación. De este laboratorio constante, tocante de manera diversa a todas las mujeres y a todos los hombres, ha surgido el segundo rasgo decisivo: el vínculo inseparable entre la naturaleza humana y las culturas a través de las que se expresa. Las subjetividades individuales, componiéndose relacional y colectivamente, han dado forma y contenido a diversas culturas, que caracterizan y diferencian a poblaciones y comunidades. Las culturas permiten a las subjetividades colectivas, relacionales e individuales interpretar a su manera particular las potencialidades naturales que todos tenemos en común; de forma recíproca, nuestra naturaleza común se hace realidad en determinadas cualificaciones culturales, de las cuales el lenguaje, la educación, las costumbres y las artes son vectores fundamentales. Cada mujer y cada hombre es parte integrante de este proceso, por el cual es inevitablemente condicionado: tomando conciencia de su identidad de especie, de género, de su cultura de origen, eligiendo su identidad individual, puede convertirse en su protagonista activo e innovador.
Nuevas amenazas deshumanizadoras
Estos rasgos originarios, permanentes y cambiantes, detectables también con grandes contrastes en todas nuestras historias y en todas partes, son utilizados y maltratados desde hace largo tiempo por las clases dominantes. Círculos restringidos de poderosos distorsionan y amenazan a la humanidad mediante la violencia concentrada, las guerras, los Estados, la explotación material y la opresión ideológica. Esta enorme prepotencia tiende a negar la común humanidad diferente, tiene un claro sello de género masculino y de carácter patriarcal, se basa en las arrogancias culturales de las diversas potencias, propensas a aplastar o a esclavizar otras culturas e identidades comunitarias, deforma y mortifica las identidades individuales a través de instancias de instrucción coercitiva, de morales y de éticas perversas, de noticias falsas y tendenciosas que penalizan las conciencias e impiden elegir libremente. Multitudes empobrecidas y hambreadas sobreviven apenas en todo el planeta; conflictos de diverso tipo se desatan con furia en varios lugares de la Tierra; decenas y decenas de millones de mujeres, de hombres y de niñas y niños se ven obligados a emigrar, huyendo de guerras y de persecuciones, para cultivar alguna esperanza de vida, y cuando logran alcanzar su destino son el blanco del racismo creciente que se manifiesta también entre los nativos y residentes en los mismos territorios; las mujeres de cualquier edad y extracción social continúan siendo víctimas de discriminaciones y de violencias a menudo mortales, perpetradas por manadas o por individuos cargados de machismo, que a menudo quedan impunes; niñas y niños de la más tierna edad son, a su vez, sometidos a violencias y a vejaciones, a veces por parte de quien debería cuidarles –se llega hasta la medicalización devastadora o al infanticidio por parte de pedófilos– e incluso por las familias; jóvenes y no tan jóvenes, llevados a engaño por la decadencia cultural y valorial y por las instituciones de instrucción coercitiva son marginados, excluidos o perseguidos por sus incertidumbres u orientaciones sexuales y comportamentales. En esta situación, ya grave de por sí, irrumpe una variante de la ideología opresiva aun más venenosa y embaucadora, que se difunde a partir de los centros estadounidenses del poder sistémico mundial, que amenaza contagiar a gente común y de buena fe. Se trata de una narración falsificadora, fantasiosa, irracional y mortífera, que obvia o niega algunas verdades fundamentales, tales como el carácter de las subjetividades humanas y el vínculo inseparable entre naturaleza y cultura, alimentando una verdadera humanofobia. Ha echado raíces en las universidades norteamericanas, ya ampliamente corrompidas por las leyendas imperialistas, que la han patrocinado, hallando eco en la prensa burguesa y alimento decisivo por parte de los señoritos de Silicon Valley, a los que se han sumado cínicamente las diversas potencias industriales, como Coca-Cola, con su usual único objetivo de incrementar desmesuradamente sus superbeneficios. Es el último coletazo de la decadencia cultural secular, el fruto podrido de la larga e irreparable crisis de los valores burgueses, el parto del choque irresuelto entre cientificismo y creacionismo, la depravación final de la lógica post-moderna. Es el triunfo del relativismo absoluto, el lugar donde todo sería posible porque nada es verdad, en donde, en apariencia, todo está permitido pero nada es realizable efectivamente. Reiteramos: humanofobia, es decir, miedo o incapacidad de reconocer lo que humanamente es en realidad verdadero y posible, legitimando y publicitando con subterfugios y arrogancia mentiras y falsificaciones antropológicas, morales y éticas. Todo esto nos apremia a renovar y a radicalizar el compromiso ideal, cultural y práctico para defender las verdades y las libertades de todas/os.
Responder a un ataque sistémico y alevoso
Esta pseudoteoría negacionista de aspectos esenciales y concretos de la humanidad tiene un carácter y un significado global, sistémico, pero se presenta de manera sutil y mimetizada. Bajo la dirección de las mafias universitarias y de las bandas de internet, se difunden aspectos particulares de la misma por periodistas superficiales y poco atentos, por influencers en busca de nuevos mercados, por parlamentarios fracasados a la caza de votos, por centros sociales acabados, ex-extremistas sin oficio ni beneficio, pero, por desgracia, también por personas de buena fe desorientadas o poco conscientes. Examinemos orígenes y manifestaciones de algunos elementos destacados del gigantesco engaño. Se busca poner en discusión la unitariedad biológica de la especie humana, que es, inmediatamente, diferenciación en dos géneros: femenino y masculino. Biológicamente, el género no tiene sólo que ver con partes del organismo (por ejemplo, el aparato reproductivo) sino que está presente en cada célula, por tanto en cada tejido, en cada órgano, en cada aparato o sistema. Así que no concierne únicamente al sexo, sino al conjunto del desarrollo psico-físico y tiene consecuencias diferentes sobre las características de la mente y de sus modalidades representativas entre quien nace mujer u hombre. La incomprensión de esta definición de especie y de géneros conduce a negar la existencia de una opresión multimilenaria por parte del género masculino, bajo la égida patriarcal, hacia el género femenino. Como demostración de la gravedad de la ofensiva en acto se intenta hacer pasar la prostitución, compendio de la opresión de género, sello del patriarcado insultante y brutal para muchas mujeres, como si fuese una elección, una libre profesión, un trabajo como otro cualquiera. Se busca ocultar la diferenciación de la común humanidad en colectividades, que son tales por ubicación, historias, costumbres y culturas, por etnias, teorizando por el contrario la existencia de razas e, inevitablemente, justificando de ese modo viejos racismos y alimentando nuevos, obstaculizando de tal manera las posibilidades de rescate de las comunidades más afectadas por el racismo, así como la búsqueda de la necesaria cooperación entre las diversas comunidades humanas. Esta aberración racialista está ampliamente extendida en la cultura norteamericana y no es difícil deducir su parentesco con la ideología y la praxis imperialista. Se pretende cancelar o convertir en guetos las culturas –que desde siempre han crecido comparándose y contaminándose–, silenciando, censurando, liquidando a este o aquel autor, destruyendo estatuas, obras, vestigios del pasado. Una verdadera operación de liquidación de la memoria histórica, la cual es importante incluso cuando nos recuerda los crímenes, errores y miserias del pasado, y que es fundamental para conocer aquello que nos une y nos diferencia. Se busca corromper la toma de conciencia de las/os jóvenes. Explotando cínicamente las in quietudes y la desazón crecientes que viven las nuevas generaciones en una sociedad que se desmorona –en la que culturas y valores ofrecen cada vez menos y menos válidos puntos de referencia– se intenta colar la idea demencial de que es posible decidir el propio género. De este modo no sólo se intenta violar el nexo naturaleza-cultura, inquebrantable para cualquiera, sino sobre todo, en realidad, se sofoca también la libertad de elección individual. Porque sólo reconociendo los propios orígenes antropológicos es verdaderamente posible asumir las propias orientaciones, realizar libremente las propias elecciones –sexuales o de otro tipo–, individualmente, relacional, colectivamente. El propio ser mujer u hombre, entre mujeres y hombres en un determinado contexto de subjetividad común y cultural, es el primer paso identitario de especie, que puede dar lugar a la libre y dolorosa elección de un cambio de sexo, sin ocultar por ello el propio nacimiento. Al reconocimiento de especie y de género originario le acompaña el ser reconocida/o (directamente, es decir, relacionalmente, o indirectamente) por las/os otras/os y, por tanto, el poder ser protagonista de comuniones humanas libremente elegidas. La identidad es de especie, de género, de cultura originaria, por tanto individual y, por eso, de representación de la realidad, de cambio eventualmente incluso del sexo, de relaciones, de colectividad, de actividad, de compromiso: separar estos aspectos supone un daño enorme a sí mismo. La llamada «fluidez de género», lejos de constituir una promesa de libertad identitaria, es un principio de pérdida de la propia identidad. La arrogante locura bio-política que amenaza arraigar considera ya intervenciones médicas criminales en niñas y niños que manifiestan alguna incertidumbre identitaria normal en una fase preconsciente. Quienes sostienen estas negaciones de la naturaleza, de las culturas y de las subjetividades humanas, proponen una tremenda distopía: transformar una sociedad que ya es de extraños entre sí en una sociedad de individuos aislados, en la que cada uno sería de manera irreparable e incomprensiblemente diverso de los otros, incapaces de reconocerse y de relacionarse libre, sincera y establemente, consciente y felizmente. Por tanto, un conjunto de individuos más fácilmente manejables, manipulables e instrumentalizables por los poderes opresivos dominantes. No es secundario que estas operaciones insidiosas utilicen una neolengua y que usen la prepotencia, incluso física, medios típicos de operaciones totalitarias. Para sopesar el peligro potencial es conveniente reflexionar sobre la evidencia inquietante de los precedentes. Teorización de las razas, quema de libros, agresiones a los mítines de quienes piensan diferente, experimentos eugenésicos en niñas y niños: recuerdan algo, no era una película, sino el nazismo real. Hoy, además de los feroces retrógrados nostálgicos de la esvástica, pueden abrirse camino elementos de neototalitarismo más o menos inconsciente.
Afirmar la libertad de todas y de todos
Nuestro compromiso humanista socialista está orientado a afirmar la libertad de todas y de todos. Una libertad que parte del reconocimiento consciente de verdades antropológicas fundamentales y de la búsqueda de las posibilidades humanas que de ello se desprenden para fundar una cultura de la autoemancipación auténtica, desafiando a las culturas dominantes y opresoras, incluidas sus degeneraciones irracionales. Nos dirigimos a todas las personas con voluntad de cambiar, incluidas las que de buena fe corren el riesgo de caer e la trampa negacionista y humanofóbica. Estamos por la libertad de las mujeres como principio de la libertad de todos, contra las prepotencias patriarcales, contra los intentos de negar el significado y el valor del género femenino, primero y fundador de toda la humanidad, denunciando los embrollos paternalistas y estatales de la presunta igualdad. Mientras defendemos a las mujeres convertidas en esclavas sexuales, denunciamos y combatimos la trata dirigida a la prostitución y, en general, a ésta como opresión extrema del género femenino. La liberación de las mujeres es una oportunidad de redención para los hombres dispuestos a reconocerla y apoyarla para superarse y reencontrarse en una unitariedad natural de especie, convertida por fin en cultura. Estamos por la libertad de emigrar, por el derecho a ser acogidos para poder colaborar, cooperar y convivir pacíficamente entre diferentes etnias, culturas, creencias y costumbres. Estamos por la libertad de expresión de toda cultura y comunidad, con respeto hacia las otras y que busque el encuentro y el diálogo. Estamos por la libertad de conocimiento contra todo tipo de censura, pero por el derecho pleno de crítica. Estamos por el libre crecimiento de las niñas y niños, contra cualquier intervención dirigida a condicionar su crecimiento psico-físico. Estamos por la libertad plena de toma de conciencia y de elecciones identitarias, basadas en el reconocimiento de las propias raíces naturales, por tanto, de especie y de género, y culturales, es decir, basadas en el desarrollo pleno de las propias capacidades facultativas e intencionales. Estamos y siempre lo hemos estado por la libertad plena de elecciones sentimentales y relacionales, por la libertad plena de elecciones heterosexuales, lésbicas, homosexuales, bisexuales, transexuales, siempre y en cualquier caso con el pleno respeto de las otras y de los otros.
11 de abril de 2021
Corriente Humanista Socialista